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Renovación en el proceso de enseñanza y aprendizaje con enfoque en una cultura de alto impacto

 

La salsa secreta del éxito de los países desarrollados

Es responsabilidad de todos los países crear sus propios conocimientos. La diferencia entre un país del tercer mundo y uno desarrollado depende, en gran parte, del nivel de educación de su fuerza laboral.

Para que Venezuela pueda alcanzar sus objetivos empresariales u organizacionales en un determinado tiempo –para lograr una riqueza sostenible en el tiempo, para dar el salto de un país del tercer mundo a uno desarrollado y finalmente para poder diseñar y ejecutar un plan de autarquía que solo cubra dos áreas: los alimentos y el agua que garantice la soberanía alimentaria para reducir nuestra independencia de otros países–, es necesario mejorar el capital intelectual de sus ciudadanos. Esa es la única alternativa y la salsa secreta del éxito de los países avanzados.

 

Tanto es así que la prosperidad compartida y la riqueza de un país no solo dependen de los inversionistas o de sus recursos naturales, sino de la habilidad de su fuerza laboral para generar fuentes de prosperidad y transformar los recursos del país en riqueza y bienestar económico sostenible en el tiempo.

Uno de mis autores favoritos, Michael Porter, afirma: «La prosperidad nacional se crea, no se hereda». Además, este profesor argumenta que, para que una nación pueda lograr una ventaja competitiva, tiene que hacerlo a través de la innovación y el mejoramiento de sus industrias. Asimismo, señala que estas se benefician de la fuerte competencia nacional de proveedores agresivos y de una exigente clientela local.

Eso es exactamente lo que nuestro país, Venezuela, necesita: una cultura de alto rendimiento capaz de innovar y mejorar los motores productivos de nuestra economía. Y de esta manera, ser capaces de transformar simples ideas en productos y servicios de excelente calidad.

Esto nos dará una fuerte ventaja competitiva. Por ejemplo, podremos:

  • Vencer a nuestros competidores y distinguirnos de ellos.

  • Impedir que nuestros rivales copien el capital intelectual de los venezolanos, por ser un recurso intangible.

  • Producir en cadena y en grandes cantidades para satisfacer la demanda nacional y, al mismo tiempo, incrementar nuestras exportaciones.

  • Competir y ganar en el mercado internacional. En otras palabras, obtener una ventaja competitiva en el mercado global.

  • Ahorrar tiempo y dinero en la recuperación y el desarrollo de nuestra economía.

  • Pronosticar con más precisión los riegos asociados con las inversiones.

  • Asignar con precisión los recursos necesarios a cada proyecto.

  • Obtener una mejor proyección de la rentabilidad.

 

Esos son algunos beneficios que una cultura de alto rendimiento puede generar para nuestro país, Venezuela.

Sin embargo, para poder lograr una cultura de alto impacto, es necesario renovar el proceso de enseñanza y aprendizaje en nuestro país, Venezuela.

No es secreto que vivimos en un mundo en constante cambio, y es una de las razones por las cuales la educación no es estática. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la nueva generación es la encargada de la construcción social de nuestro país, Venezuela. Entonces, es lógico pensar que es responsabilidad absoluta del Estado garantizar la autonomía escolar y el financiamiento de un nuevo sistema educativo, con la idea de transformar por completo la figura del estudiante venezolano. Es necesario un nuevo sistema educativo:

  • En donde nuestros alumnos visualicen su futuro y vida profesional más allá del salón de clases, de una casa de estudio o de un título universitario.

  • Que enseñe a nuestros jóvenes nuevas y mejores técnicas de estudio para que logren combinar el rendimiento académico con el desarrollo personal.

  • Que no solo enseñe a nuestros jóvenes a superar un examen, sino a aprender habilidades de vida.

  • Que forme estudiantes autónomos, capaces de identificar, analizar y resolver problemas con un espíritu emprendedor.

  • Que cambie por completo el rol del alumno en las casas de estudio para que ellos puedan tener la libertad, el conocimiento y la confianza en sí mismos de autorregular su aprendizaje.

  • Que genere una atmósfera en donde se promueva la autoestima, la creatividad y la autonomía del estudiante.

  • En donde el docente se divorcie del modelo de enseñanza tradicional o de su rol como el «centro» del salón de clases y se convierta en un facilitador del aprendizaje, con la idea de favorecer las necesidades del estudiante.

  • Que sea mucho más flexible y que incluya a aquellos que tengan dificultades de aprendizaje.

  • Que no intimide al aprendiz y que reconozca las fortalezas y debilidades de cada estudiante para así ayudarlos a identificar las áreas en las que puedan destacase o sobresalir.

  • Finalmente, un sistema educativo seguro, cómodo y atractivo que genere confianza, en el que nuestros jóvenes se levanten de sus camas con las ganas de ir a sus casas de estudio a explorar y aprender cómo funciona el mundo.

 

Una vez que nuestros jóvenes se hayan formado en el nuevo sistema de enseñanza y aprendizaje, se podrán ir insertando en nuestra economía vibrante, llena de nuevas profesiones y oportunidades.

Además, esta transformación va a crear una cultura disciplinada, competente y exigente; una cultura que exija mejores productos y servicios, que ofrezca mejores remuneraciones salariales, un mejor sistema de salud y de educación, una mejor infraestructura, mejores líderes políticos y un mejor nivel de vida.

Una de las razones por las cuales Venezuela se encuentra sumergido en la crisis actual es porque en nuestro país no existe una cultura exigente, y muchos menos un liderazgo verdadero.

En conclusión, si queremos convertir a Venezuela en un país próspero, moderno, seguro y avanzado, es obligación del Estado transformar nuestra fuerza laboral a través de un nuevo sistema educativo. No puede existir un país avanzado sin un sistema de educación avanzado.

Mi más sincero y profundo agradecimiento a todos mis lectores.

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